domingo, 24 de agosto de 2014

Qurtuba do Prahy

Sinagoga de Jerusalem, arcos de herradura apuntados (Praga, República Checa)
Si es que no tengo remedio.

Allá donde voy, mis escrutadores y nerviosos ojos escanean, sin solución de continuidad, los horizontes encontrados, justo como aquel fantástico lector-analizador de imágenes célebre que Arnold Schwarzenegger hizo famoso en sus películas sobre Robocop, ese robot humano salvador del mundo mundial; en mi peculiar investigación me pierdo, buscando cual vulgar friki, señales de identificación que me permitan concluir hasta qué punto, y hasta qué longitudes y latitudes, han sido capaces de llegar los tentáculos de la creación ex-novo del arte andalusí, más concretamente califal, y más afinadamente qurtubí.

No lo puedo remediar.

Cuando afrontamos el pasado 13 de agosto del 2014 la subida a las hermosas latitudes bohemias y eslavas, tan nórdicas ellas, la primera impresión en este menester que os cuento, es que la cosa iba a estar difícil, si no imposible, por lo que mi relajación se hizo evidente, y mi lector-analizador se situó en stand-by.

Sin embargo, y ¡cuál fuera mi sorpresa! (quizás por falta de información previa, culpa mía, sin ninguna duda) me fui a encontrar, casi de sopetón, con la gran impronta andalusí en esta ciudad que visitamos, y que, fíjate tú que cosas, llega a estos lugares de la mano de sefardíes.

Una serie de sensaciones y sentimientos encontrados me vinieron de repente, cerca del kafkiano monumento que se sitúa por la sinagoga. Como si Franz Kafka hiciera de las suyas.

Monumento a Franz Kafka
Parecía un poco raro todo aquello... o al menos a mí me llamó la atención. Un edificio judío construido en una ciudad, y un país, que sufrió muy especialmente el holocausto hebreo por parte de los nazis (campo de concentración de Teresienstadt, por ejemplo), reconstruido el edificio a finales del siglo XIX con una decoración andalusí, morisca o musulmana, por quienes ahora, allá al otro lado del Mare Nostrum, sufren ese mismo holocausto... en Palestina... de mano de los que se hacen llamar hebreos o judíos, pero que en realidad son sionistas, es decir: nazis.

Y yo allí, en un país donde la hierba crece hasta en las aceras, y los árboles suben tres plantas (¡qué envidia!), observando la decoración de aquel edificio, tan cercano y tan conocido.

El edificio de la Sinagoga Española de Praga, reconstruida en 1893, combina decoración sefardí y andalusí.

Sinagoga Española. Decoración sefardí y andalusí.

Sefardíes son las tablas de Moisés y la estrella de ocho puntas rodeada de celosías entrelazadas y colmatada interiormente con decoración de hojas y flores. Esta decoración rodea todo el friso de la primera planta. Andalusíes son las almenillas de nueve puntas en los remates superiores, y de cinco en los intermedios y bajos, copias de las de la Mezquita de Córdoba (que los constructores de esta copiaron la de Damasco en el siglo VIII) pero con calados de flores; y los arcos de herradura, con triple columna de capiteles corintios.

Sinagoga sefardí-andalusí.
El resto de la fachada se decora con arcos de medio punto, lobulados y de ajimez morisco o mudéjar, con alfiz sencillo, sin decoración alguna. Llama la atención la variedad de la fachada, como si quisiera aunar mucho en tan poco espacio, muy lógico en la tendencia regionalista de la época (fines del XIX) que se desarrolla en Europa. A mi entender (¿quién soy yo para juzgar?), lo mejor es la disposición del edificio, más que su decoración, aunque esto último sea lo más atractivo. La sinagoga se desarrolla en forma de monte, adaptándose al terreno, absorbiendo parte del jardín, y complementándose con él. Esto, que quizás pueda parecer normal, es (así lo entiendo yo), un guiño más a las formas sefardíes-andalusíes.

Del interior habría que destacar más influencia sefardí-andalusí. En general recuerda a la decoración de la sinagoga toledana del Tránsito, pero con menos acierto.

Interior de la Sinagoga Española (Praga)
La disposición de las gradas para las mujeres no varía, y la altura de la nave es la adecuada, en proporción a su decoración. Llama la atención el arco angrelado del altar principal, que recuerda al magnífico Alcázar de Sevilla, o su decoración interior, que nos trae recuerdos de las salas privadas del Generalife granadino... pero no... no alcanza la grandeza de lo copiado.

Una serie de elementos simbólicos, recordatorios de la religión que aquí se profesa quedan atrás con sus prejuicios y perjuicios, como (una vez más) elementos lamentables de la deformación mental del ser humano ante sus miedos esotéricos más profundos. Por lo cual, todo lo demás, sobra... No digo más.

Y resulta que, después de ver esta construcción tan cercana a mi tierra andalusí, me encuentro con otra que viene a ser de lo mismo, mostrándose de lo mismo y con intenciones de lo mismo. Otra sinagoga: La Sinagoga de Jerusalem, allá cercana a la Estación Central de tren, en la Ciudad Nueva de Praga.

Sinagoga de Jerusalem o del Jubileo (Praga)
La primera impresión que a uno le da ver este edificio es la de... hortera. ¡Vaya edificio hortera! Menudo mal gusto. Parece la entrada a un parque temático. Fue construida en 1906 bajo diseño de Wilhem Stiassny en estilo mudéjar andalusí, pero con muy poco acierto, al menos a mi entender.

Del arte califal recoge las dovelas alternadas rojas y blancas (en este caso amarillas en vez de blancas, como la bandera de España o de Catalunya o Aragón), y además a los arcos de herradura les da un toque apuntado, que los deforma en su clave. La combinación de azules, amarillos, rojos y dorados es absolutamente horrible. La estrella de ocho puntas, a modo de rosetón gótico, embutida en una especie de habitáculo en arco de herradura con impostas azuladas parece el ojo de Sauron, y da la sensación de que en algún momento va a escupir algo.

No he visto un edificio más horrible que este.

Que Dios, Jesucristo, Alláh, Mahoma, Jahvé, Anás o Caifás, o Maradona les perdone.

En cualquier caso, ha sido divertido encontrar, a dos mil kilómetros de distancia allende el norte, imágenes que me recuerdan la grandeza de lo que un día hubo en mi ciudad qurtubana, y que fue capaz de exportar a sitios tan lejanos como este sus ideas y gustos.

Hubo algún edificio que recordaba las formas, pero no llegó a la altura de ganarse el premio.

Edificio en la orilla derecha del Moldava (Praga)
Ha sido bonito descubrir formas cercanas en tan lejas tierras. Uno no deja nunca de aprender... afortunadamente.

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